En entrevista con la revista Proceso, número 2228, Carlos Urzúa abre las diferencias que tuvo como Secretario de Hacienda con el Presidente Andrés Manuel López Obrador y con su Jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo.
Además, cuestiona la labor de Manuel Bartlett al frente de Comisión Federal de Electricidad (CFE), al considerar que pone en riesgo, con equivocadas decisiones, el abasto de energía en parte del País y el futuro del T-MEC.
«¿Dónde están tus principales diferencias con Alfonso Romo?», le pregunta Hernán Gómez en la entrevista para Proceso.
«Me cuesta entender el tipo de relación que tiene con el Presidente. Ideológicamente Romo es un hombre de extrema derecha y en términos sociales oscila entre el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. ¿Cómo un hombre así, que llegó a admirar a Augusto Pinochet y a Marcial Maciel, acabó no sólo siendo amigo de López Obrador, sino incluso siendo el Jefe de la Oficina de la Presidencia?», responde.
«Ahora bien, es verdad que aun cuando Romo trató de usar su influencia para apoderarse de las secretarías de Hacienda y de Economía, el Presidente no lo dejó. Pero sí pudo imponer a Margarita Ríos-Farjat en el SAT y a Eugenio Nájera en Nafinsa y Bancomext. Este último ha sido desde siempre su mano derecha en el sector empresarial, mientras que para que ella pudiera ser impuesta se tuvo que cambiar la propia Ley del SAT».
Sobre el conflicto de interés de Romo, Jefe de la oficina de Presidencia, Urzúa dice:
«Dado que en la jefatura de la Oficina de la Presidencia se maneja a diario un cúmulo de información económica confidencial, uno quisiera que Alfonso Romo y sus familiares hasta de primer grado no tuvieran actualmente participación accionaria alguna en la Casa de Bolsa Vector».
Sobre por qué dejó el Gabinete, Urzúa abrió las diferencias con López Obrador.
«En uno de los párrafos de mi carta me refiero a una serie de políticas públicas sin sustento. No quiero hablar de todas, pero de entrada te puedo decir que yo sí estuve a favor de que continuara la construcción del aeropuerto de Texcoco. Creo que la obra estaba muy avanzada y había demasiado dinero de por medio. Si bien es cierto que muchos de los terrenos aledaños estaban controlados por gente vinculada a la Administración anterior, un Gobierno fuerte como el de López Obrador podría haberlos expropiado por razón de Estado», expone.
Cuando se le pregunta cuál fue la gota que derramó el vaso para definir su salida, arremetió contra Bartlett por haber llevado a tribunales los contratos de gasoductos.
«Uno de los gasoductos paradigmáticos es el que va de Texas a Tuxpan, Veracruz, el cual se firmó hace cinco años y ya se terminó de construir. Ese gasoducto, que provee más de un tercio de toda la demanda de gas en México, fue construido por Transcanada, una paraestatal canadiense, junto con Ienova, una empresa mexicana, subsidiaria a su vez de una estadunidense llamada Sempra», indicó.
«Puede ser cierto que el gasoducto haya salido caro, como afirma Bartlett, pero lo cierto es que nosotros firmamos un contrato y debemos cumplirlo. Bartlett no quiere entregar ese gasoducto y pretende renegociar el contrato, pero no está evaluando correctamente su costo, porque al parecer no entiende el concepto de valor presente. Es preocupante que alguien que dirige una empresa de electricidad no entienda el concepto de valor presente. Alguien así no puede dirigir una empresa de electricidad. El problema es que, si no se respeta el contrato, Transcanada demandará a la CFE, porque el gasoducto ya se terminó de construir».