La final única de la Copa Libertadores sigue en pie para jugarse en la capital de Chile, pese a las multitudinarias manifestaciones y violentas protestas que ya han dejado 19 muertos en el país.
El presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, ratificó la realización del partido entre Flamengo de Brasil y River Plate de Argentina el 23 de noviembre en el estadio Nacional de Santiago.
“Santiago es la sede. Este momento va a pasar. La normalidad se va a recuperar”, dijo Domínguez en una entrevista el jueves con la radioemisora paraguaya Monumental 1080 desde Shangái, China, donde participó en una reunión del Consejo de la FIFA.
Se trata de la primera vez que el máximo torneo de clubes de Sudamérica se define a un solo partido en una sede prestablecida, archivando el tradicional formato de series a ida y vuelta. El objetivo de la Conmebol es seguir el ejemplo de la Liga de Campeones de Europa.
Pero la gravedad de la crisis en Chile despertó conjeturas sobre un posible cambio de sede.
Hace casi una semana, un violento estallido social que siguió a las protestas de estudiantes en rechazo al aumento en la tarifa del subterráneo irrumpió en la capital chilena y dejó a su paso la destrucción de la mayoría de las estaciones del metro, el saqueo e incendio de supermercados y farmacias y se extendió a casi todo el país.