La presidenta Claudia Sheinbaum protagonizó esta semana uno de los episodios más intensos de su gestión, al defender con firmeza la reforma al amparo, una iniciativa que ha dividido opiniones dentro y fuera del Congreso, y que busca limitar los efectos de esta figura jurídica en casos que, según el Gobierno, afectan la implementación de políticas públicas y la recaudación fiscal.
El llamado “golpe en la mesa” de la mandataria ocurrió luego de que legisladores de oposición, organismos empresariales y organizaciones civiles advirtieran que la reforma podría vulnerar derechos ciudadanos y debilitar el equilibrio de poderes. En respuesta, Sheinbaum afirmó que el amparo “no debe ser un instrumento para frenar al Estado ni para proteger privilegios económicos”, sino una herramienta de justicia social.
A pesar del respaldo de la mayoría oficialista en el Congreso, el debate se tornó áspero. Las discusiones en el Senado se extendieron por varias jornadas marcadas por reclamos, protestas y manifestaciones frente al recinto legislativo.
El trasfondo de la disputa radica en que la reforma está ligada a una nueva ley de ingresos con la que el Gobierno busca reforzar la recaudación y combatir la evasión fiscal. Sin embargo, la controversia por los límites al amparo terminó opacando el mensaje económico que pretendía destacar la administración federal.
Analistas señalan que el episodio refleja el estilo político de Sheinbaum: directo, confrontativo y determinado a mantener control sobre las reformas estratégicas de su gobierno. No obstante, advierten que el costo político de esta batalla podría sentirse en el terreno judicial y en la relación con sectores empresariales y de la sociedad civil.








