Una fuerte controversia se desató este lunes en el panorama político mexicano tras la difusión de la frase “Callad, carroñeros, respeten al gobernante”, pronunciada por un funcionario durante un acto público y que rápidamente encendió el debate sobre los límites del discurso oficial frente a la crítica ciudadana y mediática.
El comentario, difundido en redes sociales y replicado por diversos medios, fue interpretado como un mensaje de intolerancia hacia la oposición y la prensa, en un contexto de creciente tensión política y polarización.
Organizaciones defensoras de la libertad de expresión calificaron la declaración como “autoritaria e impropia de un servidor público”, subrayando que el respeto a la crítica es un pilar de la democracia.
Por su parte, desde el Gobierno federal se intentó matizar la polémica, asegurando que la frase fue “una expresión emocional, no institucional”, aunque sin ofrecer disculpas formales.
Analistas advierten que el episodio refleja el clima de confrontación que atraviesa el país, donde los discursos polarizantes se han vuelto frecuentes tanto entre funcionarios como entre líderes de oposición.
“El respeto al gobernante no se impone con gritos, se gana con resultados”, expresó el politólogo José Antonio Crespo al analizar el incidente.
El episodio, breve pero contundente, reabre el debate sobre la relación entre poder y crítica, y sobre el papel del lenguaje político en una democracia cada vez más tensa y mediática.








