La crisis financiera alcanzó un nuevo capítulo con la quiebra de la Caja de Ahorro y Microfinanciera CAME, una de las instituciones de crédito popular más grandes del país, que dejó en la incertidumbre a más de 169 mil clientes, principalmente mujeres emprendedoras y pequeños comerciantes que confiaron sus ahorros y créditos en la entidad.
Con presencia en 31 estados y una trayectoria de más de dos décadas, CAME enfrentaba desde hace meses dificultades para cumplir con sus compromisos financieros. Sin embargo, el anuncio de su insolvencia tomó por sorpresa a miles de usuarios que ahora se declaran desesperados ante la pérdida de su dinero.
“Nos la jugamos y todo salió mal”, reconoció uno de los exdirectivos de la empresa, al admitir errores en la gestión y una mala estrategia de expansión que comprometió la liquidez de la institución.
Las oficinas de la financiera en distintos puntos del país permanecen cerradas, mientras que los clientes afectados exigen la intervención de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y de la Condusef para recuperar al menos parte de sus recursos.
La situación ha encendido las alarmas en el sector de las microfinancieras, pues la caída de CAME —considerada un referente en el otorgamiento de créditos solidarios— podría afectar la confianza en este tipo de instituciones, que representan una alternativa de financiamiento para miles de familias sin acceso a la banca tradicional.
Analistas advierten que la falta de regulación efectiva y supervisión constante permitió que los problemas de CAME se agravaran sin que las autoridades financieras reaccionaran a tiempo.
Por ahora, los afectados enfrentan una dura realidad: una empresa quebrada, sus ahorros en el aire y una promesa rota en el sistema financiero popular mexicano.









