Aunque el Partido Acción Nacional (PAN) ha anunciado su ruptura con el PRI a nivel nacional, la realidad en los estados muestra un panorama mucho más complejo: en al menos una docena de entidades, los panistas mantienen acuerdos locales con los priistas que podrían condicionar o retrasar el divorcio político entre ambas fuerzas.
Dirigentes estatales del PAN reconocen que la separación total es difícil de aplicar en lo inmediato, ya que en varios congresos locales y ayuntamientos ambos partidos gobiernan en coalición o comparten estrategias electorales para conservar espacios de poder.
En entidades como Coahuila, Durango, Aguascalientes y Querétaro, la cooperación política sigue siendo una pieza clave de la gobernabilidad, mientras que en otros estados —como Veracruz y el Estado de México— las dirigencias locales temen perder presencia si se rompe definitivamente la alianza.
Fuentes internas del partido señalan que el anuncio del dirigente nacional, Marko Cortés, de “romper con el pasado priista” busca redefinir la imagen del PAN ante el electorado y marcar distancia de los escándalos de corrupción asociados al tricolor. Sin embargo, el proceso enfrenta resistencias internas de militantes que valoran los resultados que las coaliciones les han dado en lo electoral.
Analistas coinciden en que este divorcio parcial podría derivar en una reconfiguración del mapa político estatal, donde cada dirigencia local decidirá si mantiene o no los acuerdos pragmáticos que garantizan control y representación en gobiernos regionales.
Por ahora, el “rompimiento” entre PAN y PRI parece más simbólico que operativo, y su desenlace dependerá de la capacidad de ambos partidos para adaptarse a un escenario político cada vez más fragmentado.









