El entorno político nacional se ha visto sacudido por lo que ya se conoce como “la guerra de Ricardo”, un conflicto que enfrenta al dirigente político con diversos actores dentro y fuera de su partido, en medio de denuncias cruzadas, filtraciones y presiones internas. La confrontación, que comenzó como una disputa por el control de espacios y decisiones estratégicas, ha escalado hasta convertirse en una batalla abierta que exhibe fracturas profundas y tensiones acumuladas.
Ricardo ha denunciado campañas de desprestigio en su contra y asegura que existe una operación para desplazarlo de posiciones clave, mientras que sus detractores lo acusan de manipular estructuras internas para mantener influencia. En este clima, las negociaciones se han endurecido y el conflicto amenaza con impactar procesos internos y decisiones de alto nivel.
Analistas señalan que esta disputa refleja la pugna por el poder en momentos de reacomodos políticos y advierten que la falta de un arbitraje claro podría prolongar la crisis. Por ahora, la “guerra de Ricardo” continúa sin señales de tregua y con un ambiente cada vez más polarizado en el que cada movimiento se vuelve decisivo.









