Andy Ruiz fue por el Choque en las Dunas, como llamaron a esta revancha en la capital de Arabia Saudita. Anthony Joshua, a desarrollar una danza en fuga, sobre puntillas, un paso a un lado, otro de vuelta, siempre para atrás, como en un ballet en calzoncillos y con guantes de cuero. Y en esa obra en el desierto, el mexicano no consiguió atrapar a esa mariposa revoloteante que nunca picó como avispa.
Algo estaba mal desde antes. Andy había llegado mucho más pesado que su oponente, una escultura atlética en su mejor momento en los recientes cinco años. La ventaja de la agilidad y la gracia elusiva fue clave para vencer el ímpetu, a veces ciego, del voluminoso mexicano.








